lunes, 23 de agosto de 2010

La Noche de la Nostalgia

Nostalgia: dícese del estado del ánimo que los jóvenes creen que se vende el 24 de agosto

Ya me ha pasado otras veces: tratamos de salir por ahí con mi mujer y nos encontramos rodeados, copados, atosigados, por una multitud de muchachos y muchachas que no pasan de los 25 años.
Claro: el invento del 24 de agosto prendió y bien en todos los estratos.
Y terminamos apretados contra la pared, sin poder tomar ni una grappita con limón («De eso no hay, Don») escuchando música que como mucho lleva tres meses de editada.
Parece que la muchachada quiere sentir nostalgia de algo que todavía es su propio presente. Y miren que entre su presente y el nuestro a su edad ha corrido tanta agua por el arroyo Valizas que se ha llevado tanto rancho que no los puedo ni contar.
Y no me voy a poner a rememorar que en nuestra juventud no existían los celulares (a gatas si habían teléfonos), que lo más notable era poder escuchar un partido de fútbol con un audífono monoaural (de los blanquitos) por la radio a transistores Spica, que el lechero dejaba dos o tres botellas de vidrio de leche Conaprole en casa (lo que además quería decir que había gente para atenderlo, es decir que no trabajaban absolutamente todos todo el día).

Lo que voy a tratar es de cuestionarme porqué tuvimos que entrar en esta joda de la modernidad y no quedarnos nostálgicos y chau.
Porque si nos olvidamos del celular parece que hubiéramos perdido la posibilidad de relacionarnos con el mundo. «¿Y si me están buscando?»
Catástrofe si en una casa se rompe el horno microondas; y eso que solo lo usamos para calentar el desayuno y capaz que la comida de la noche.
»Se me colgó la compu, ¿podés creer?» Adiós a la posibilidad de escribir algo o encontrar un documento. ¿Tres días sin correo electrónico?: lo más cercano al apocalipsis.
»¿Cómo querés que encuentre esa dirección si no tengo Internet?»
»Por favor, alguien que me dé el número de teléfono de mi hermana que me quedé sin baterías en el celular y no puedo entrar a la agenda!!»
¿Por qué nos enganchamos en esta joda? A veces extraño poder perder un poquito más el tiempo.
Un día un amigote me dijo:
- «¿Vistes la caída del sol?»
- «No», contesté un poco apesadumbrado
- «No te preocupes, mañana va a haber otra; pero no te la pierdas».

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