viernes, 18 de junio de 2010

A nadie le gusta envejecer y a mi tampoco

aporte de Marta

Aunque deben andar muy ocupados con el fútbol, que además da mucho tema para escribir, quiero hacer un humilde aporte desde mi sitio de ama de casa donde me supera a diario la tecnología. Este texto es de un libro escrito por una mujer. A todo eso le agregaría: ¿ porque los hombres de mi casa se pasan 15 minutos buscando el control remoto de la tele en vez de cambiar de canal apretando un botón con los dedos?

“…A nadie le gusta envejecer y a mí tampoco, pero frente a la invasión tecnológica de mi hogar me escudo tras mis años. Todo inútil. Acabo incorporando los nuevos e irresistibles inventos, aprendiendo a usarlos y utilizándolos cada vez con menos resistencia. Voy siempre con retraso, pero al final me resigno. Cuando por fin introduzco en mi vida una nueva técnica, un nuevo aparatito maléfico, ya se ha quedado antiguo, ya estoy presionada para cambiar, para aprender un nuevo sistema, un nuevo uso, un nuevo programa. Lo más perverso de todo es que siempre infrautilizo las posibilidades que me ofrecen esos chiches y me siento culpable y torpe y de otra era, haga lo que haga. Odio los enormes libros de instrucciones en 5 o 6 idiomas. Odio la invasión de los chips en mi vida cotidiana. No quiero sustituir mi antiguo televisor, video, tocadiscos, lavarropas, lavavajillas, heladera, horno, cocina por modelos electrónicos digitales con multitud de programas. No quiero más controles remotos que se pierden y se confunden y se les acaban las pilas y se les caen las tapas. Pero sí, los cambio, los tengo, los padezco, los disfruto, les temo, me vencen, me acostumbro y al final tampoco yo puedo prescindir de ellos. Su invasión de mi vida privada se me hizo muy desagradablemente patente cuando se acabaron las tarjetas y el papel de cartas de la casa. Es materialmente imposible en el tamaño de una tarjeta de visita escribir el nombre, la dirección, los números de teléfono y fax y la larguísima dirección del maldito correo electrónico. El aspecto del rectángulo de papel es denso, agobiante, estéticamente impresentable. Pero, sobre todo, el exceso de ofertas de posibilidades para comunicarse conmigo no deja espacio para que yo me comunique con el destinatario: en la tarjeta no queda lugar para escribir nada. ………………………………………………………………………………………………………………………………………
No sé tirar. Confieso además tener un vicio anticuado: leer libros
Ahora me desbordan
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