por Monseñor Nitocás Tucoño
Hace mucho tiempo ya, cuando estaba en un seminario en el sur de Italia, se me acercó un jovencito al confesionario.
- Bendígame Padre porque he pecado. He estado con una joven mujer y he hecho cosas sucias
Me pareció reconocer la voz de uno de los aspirantes a monaguillo de mi parroquia:
- ¿Eres tú Luca Pagano?
- Si Padre, soy yo.
- ¿Y quién es la chica con la que has estado?
- No le puedo decir, Padre. No quiero arruinar su reputación.
- Bien, Luca, pero estoy seguro de averiguar su nombre tarde o temprano, por lo que deberías decírmelo ahora. ¿Fue Tina Minetti?
- No puedo decirlo.
- ¿Fue quizás Teresa Mazzarelli?
- Nunca lo diré.
- ¿Fue entonces Nina Capelli?
- Lo siento, pero no puedo nombrarla.
- ¿Fue Cathy Piriano?
- Mis labios están sellados.
- Entonces ¿Fue Rosa Di Ángelo?
- Por favor, Padre, no le puedo decir.
La frustración se adueñó de mi
- Eres muy discreto, Luca Pagano, y te respeto por eso, pero has pecado y debes cumplir una penitencia. No podrás ser monaguillo durante los próximos cuatro meses. Ahora vete y compórtate.
Luca salió de la iglesia y su amigo, Franco, que lo esperaba se le acercó y le susurró:
- ¿Y, Luca? ¿Qué conseguiste?
- ¡Cuatro meses de vacaciones y el listado de las más putas de la parroquia!
-
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