Las cosas para la avícola Calprica estaban rodando mucho mejor. Es que contaban con un creativo que les ayudaba a diseñar políticas de desarrollo que era bueno en serio. El Directorio estaba muy a gusto con él, así que el tipo se jugó el todo por el todo. Pidió un voto de confianza al Directorio, habló muy en borrador de su próximo proyecto y partió para el Vaticano. Allí no le fue muy fácil conseguir audiencia con el Papa Benedicto pero el creativo era un tipo que no se amilanaba así nomás.
Dos o tres días después estaba reunido con el mismísimo Papa.
- Mire, Su Santidad. Quiero ir al grano. La empresa a la que asesoro tiene intenciones de realizar una donación de U$S 10 millones a la Iglesia. Como Ud se imaginará las donaciones generalmente se ven gratificadas por contrapartidas más o menos evidentes por parte de la Institución agradecida. Nosotros lo único que queremos es que, en fin, su Iglesia realice algunos cambios eucarísticos menores.
- Explíquese por favor, dijo el Papa.
- Bueno: queremos que en vez de decir "El pan nuestro de cada día ..." se diga "El pollo nuestro de cada día"
El Papa lo miró de arriba a abajo, con curiosidad pero hasta con desprecio.
- ¿Ud entiende lo que me está pidiendo?
- Por supuesto. Creo que es un cambio muy menor, que está a su alcance y que a la Iglesia le vendría muy bien el dinero.
- No perdamos más tiempo, caballero.
- Espere Padre, espere. Podemos mejorar la propuesta. Digamos que la donación sea de U$S 25 millones.
- "¿El pollo nuestro de cada día?"
El Papa se levantó, pidió permiso por un momento, se alejó a la otra punta de la enorme habitación y extrajo su celular. Discó 0800- CIELO.
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