miércoles, 26 de enero de 2011

Manuales de orientación para los machos que llegamos a los 50 años

DIARIO DE UN CINCUENTÓN

Enviado por PIPIN

Con motivo de mi trabajo  sedentario y la consecuente acumulación de grasa en mi barriga, la empresa  me ofreció un servicio de entrenamiento personal en un reconocido  gimnasio.  Lo acepté gustoso y hasta fui personalmente a  hacer mi reserva.  
 
Me asignaron una personal  trainer llamada Nadia, una escultural instructora de 26 años, modelo de  ropa deportiva como pude observar en los afiches allí colgados.  Ella  me explicó que sería muy útil anotar mis experiencias en una ficha de  forma de poder observar yo mismo mi progreso.  Así lo hice y quisiera  compartirlo con ustedes.

Día  1:
Me levanté a las 6 de la  mañana como habíamos quedado.  Bastante difícil levantarse de la cama  para ir al gimnasio, pero todo cambió cuando llegué y vi que Nadia estaba esperándome.

Parecía una diosa griega:  rubia, ojos verdes y una gran sonrisa, con unos labios carnosos y  espectaculares.  Me hizo un tour, me mostró los aparatos y me tomó el  pulso después de 5minutos en la bicicleta fija.

Se alarmó de que mi pulso  estuviera tan acelerado, pero yo aproveché para piropearla y se lo atribuí  a ella, que estaba vestida con una mallita de lycra que se le metía en la  cola...

Disfruté bastante viéndola dar  su clase de aerobics, después de terminar mi inspirador día de  ejercicio.  Nadia me mantenía motivado para hacer mis abdominales, a  pesar de que ya me dolía mucho la barriga.

Día  2:
Me tomé dos tazas de café, y  finalmente logré salir de mi casa.  Nadia hizo que me recostara boca  arriba, me puso a levantar una pesada barra de metal y después se atrevió  a ponerle...  ¡pesas!  En la caminadora mis piernas estaban un  poco debilitadas, pero logré completar un kilómetro.  Su aprobadora  sonrisa y su guiño cómplice hicieron que todo valiera la  pena.

¡Me sentía fantástico!   Era una nueva vida...

Día  3:
La única forma en que pude  lavarme los dientes fue poniendo el cepillo sobre el lavatorio y moviendo  la cabeza a ambos lados encima de él.  Creo que tengo una hernia  abdominal.  Manejar no fue nada fácil: de sólo frenar el auto me  dolían hasta los pelos del culo, estacioné encima de una motito de  delivery...

Nadia se impacientó un poquito  conmigo por considerar que mis gritos de dolor molestaban a los demás  socios del club.  La verdad que su voz me resulta un poco aguda a tan  tempranas horas de la mañana y cuando levanta la voz se vuelve  nasal...  es muy molesta.

Me duelen las pelotas cuando  me subo a la cinta, así que Nadia me cambió a la  escaladora.
¿Me pregunto por qué  mierda alguien inventa una máquina para hacer algo que se ha vuelto  obsoleto con el uso de los ascensores?

Ella me dijo que me ayudaría a  ponerme en forma y a disfrutar a pleno la vida.

Otra de sus  pendejadas...

Día  4:
Nadia me estaba esperando con  sus jodidos ojos verdes clavándomelos como un puñal y su burlona sonrisita  al estilo Jack Nicholson en Batman.

No pude evitar llegar  media hora tarde: fue el tiempo que me llevó acordonarme las  zapatillas.

La muy cabrona me puso a  trabajar con las mancuernas pero, cuando se distrajo, salí corriendo a  esconderme en el baño.

Mandó a otro entrenador a  buscarme y como castigo, me puso a trabajar en la máquina de remar  y...  se me escapó un pedo que escuchó todo el  gimnasio.

Nunca pasé tanta vergüenza en  mi vida.

 Día  5:
Odio a Nadia más que a  cualquier otro ser humano en el mundo. Anoréxica  de mierda, con  esos labios con colágeno, platinada sin cerebro.

Si hubiese una parte de mi  cuerpo que pudiese mover la molería a patadas en el culo, la puta madre  que la parió.

Quiso que trabajara en mis  tríceps.

¡YO NO TENGO TRICEPS!  Y  si no quiere que rompa el piso del gimnasio, que no me pase las  reputísimas barras o cualquier otra cosa que pese más que un  sandwich...

La bicicleta fija me hizo  desmayar y me desperté en la cama de una nutricionista, otra flaca  pelotuda que me dio una cátedra de alimentación sana.  La desgraciada  no tiene la más puta idea de lo que es tener  hambre.

¿Por qué no me pudo tocar  alguien mas tranquilo, como un maestro de costura o un  estilista?

 Día  6:
La muy hija de puta de Nadia  me dejó un mensaje en el contestador con su vocecita de retortillera  preguntándome por qué no fui hoy.

De solo escucharla tiré el  teléfono al carajo, pero luego no tenía la fuerza suficiente ni para  levantarlo, ni para levantar el control remoto de la tele, así que me  aguanté 11 horas seguidas viendo un solo canal de  cable.

Maldito National Geographic,  me tuve que aguantar una de pajaritos apareándose y yo que no cojo hace 6  días.

 Día  7:
Le pedí al chofer de la  camioneta de la Iglesia que me viniera a recoger para ir a misa y  agradecerle a Dios que esta semana haya terminado.

También recé para que el año  que viene la empresa me mande a algo un poco más divertido: una  endodoncia, un cateterismo, un análisis de próstata...

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1 comentario:

sakayama dijo...

Me gusta el lenguaje ese -castizo-
de "La muy cabrona..."