viernes, 24 de septiembre de 2010

EL PIS litúrgico

El cura de Castillos cierta vez se encontró indispuesto: tenía el abdómen distendido y dolores cólicos. Consultó en Castillos, lo trasladan a Rocha y lo operan de urgencia: el resultado fueron solo una adherencias intestinales. Pero mientras lo estaban operando una joven madre soltera dió a luz un niño y murió en el parto. Gran revuelo en el Hospital para encontrar rapidamente una solución a ese niño. Al original de siempre se le ocurrió que el cura podía encargarse de él, darle educación y cobijo. Pero el muy hijo de puta, además se lo puso entre sus brazos para que el cura despertara de la anestesia con el niño.
- ¿Y ésto? dijo el cura
- Es la causa de sus dolores, Padre. Ahora ya va a estar bien.
- Pero no puede ser!!
- Si, Padre. Con los adelantos de hoy en día todo puede ser.
Allá marchó el cura con el bebé al que bautizó como Juan. En Castillos hizo correr la bola que su hermana había tenido un niño que no podía mantener y desde entonces fue su tío.
Cuando Juan cumplió 25 años el cura se enfermó gravemente y llamó a Juan a su lecho de muerte.
- Juan: debo decirte algo que tuve en secreto durante todos estos años.
- No es necesario, tío, yo ya sospechaba que vos no eras mi tío sino mi padre.
- No Juan, soy tu madre. Tu padre es Monseñor Nitocás Tucoño.
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