Hace unos años a Monseñor Nitocás Tucoño se le ocurrió una singular idea para probar a quienes aspiraban a ordenarse como sacerdotes en su congregación.
La prueba consistía en formarse en una línea recta en el jardín, totalmente desnudos, mientras una sexy, hermosa y bien dotada bailarina exótica, también desnuda, realizaría un excitante baile oriental.
A cada aspirante se le había amarrado una campanilla en el pene y se les advirtió que el que hiciera sonar la campanilla no se le ordenaría Sacerdote, ya que eso demostraría que no había llegado a alcanzar el estado de pureza espiritual que requerían.
Es así como la bella dama inicia su excitante baile delante del primer candidato.
El candidato soportó estoicamente y no hubo reacción alguna...
Y lo mismo sucedió con el segundo y el tercero...
Y el cuarto...
Monseñor estaba maravillado.
Cuando la bailarina llegó al último, un joven monaguillo que se iniciaba en el monasterio, la campanilla le empezó a sonar y a saltar como loca, tanto así que se le salió y cayó al suelo.
El jóven candidato se cubrió de su más profundo rubor.
Avergonzado se agachó a recogerla y...
... el resto de las campanillas empezaron a sonar!
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