miércoles, 16 de diciembre de 2009

DESDE ÁFRICA

por Trancazo

En un esfuerzo sin precedentes de EL PIS, estamos enviando estas crónicas directamente desde el continente de color (negro) en un periplo que esperemos termine en Sudáfrica para acompañar a la selección charrúa en este nuevo Campeonato Mundial.
Llegamos así a un perdido y pequeño enclave en la selva donde todos los integrantes de esta delegación fuimos muy bien acogidos por los nativos (repárese en el detalle que el prefijo a- indica negación). Los locales le llaman a este sitio en su dialecto "Andak Kete Curlol" aunque el folleto que nos entregaron en la agencia de viajes figura como "encantador parador rústico Pulgville". Se trata básicamente de un desordenado conjunto de viviendas al borde de un camino y rodeado de una espesa jungla. Al llegar fuimos recibidos amablemente por algunos lugareños y logramos comunicarnos mediante el universal lenguaje de las señas; también facilitó bastante el diálogo y las explicaciones el habernos encontrado con el Negro Juárez antiguo vecino de Camino Maldonado a la altura del cuartel, quien se vino hasta estos lugares buscando un futuro tranquilo y poniendo distancia de un antiguo romance de su barrio que no pudo ser. Nos enteramos después que el Negro fundamentalmente quiso poner distancia del marido de su novia, un suboficial del cuartel, que era muy celoso ( el soldado, no el cuartel).
Las pintorescas viviendas del lugar tienen llamativas decoraciones abstractas en sus paredes exteriores, y nos indicaron que son producto y memoria de la catastrófica epidemia de diarrea que se ensañó con las grandes manadas de elefantes que solían recorrer el camino que atraviesa la aldea; " en esa época era muy peligroso salir y estuvimos encerrados hasta que se calmó la cosa". ¡Y pensar que en otras zonas del mundo algunos se quejan por unas mansas crecidas, ¡las que han tenido por acá sí que son desgracias!, ¡hay que ver esas paredes!
Tuvimos la suerte de arribar justo para presenciar un ritual que se realiza en un descampado a las afueras del poblado que sirve para tales fines ceremoniales, desde hace mucho tiempo. Dos grupos de guerreros toman posiciones en puntos opuestos del terreno y procuran, empujando con los pies un objeto de cuero hinchado con aire, introducirlo en el vano definido por una estructura de tronco erigida a tales fines, una a cada lado del terreno. A su frente se encuentra un guerrero particular que tiene la dispensa para que empleando sus manos procure evitar la introducción del objeto en la estructura que defiende; entendimos que este hombre se llama algo así como "MGOLKIPER".
En torno del terreno se agolpan muchas personas, incluso algunas que vienen de lejos para ver este rito, y estallan en vítores y efusiones cuando alguno de los participantes logra el difícil objetivo que evidentemente tiene profundas connotaciones simbólicas para todos por ahí.
Estuvimos 90 minutos y algunos más viendo esta curiosa pero atractiva práctica.
(Continuaremos)

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