miércoles, 29 de octubre de 2008

EL VERDADERO ORIGEN DE BARRA DE VALIZAS


por Erik el Rojo
Contrariamente a lo que pregona la historia oficial, la zona cercana a la desembocadura del arroyo actualmente conocido como Valizas fue descubierta por los vikingos, mucho antes de la llegada de los españoles. Mi antepasado, Leopoldo el Gris, llegó a estas tierras hace cientos de años, cansado de los lluviosos veranos noruegos (por dos veranos consecutivos llovió un día, pero hay que considerar que, en mi tierra, los días de calor son tres). Pero no vino solo: junto a él vino un grupo de amigos, todos de su pueblo natal, Valis Haas, con quienes salían de juerga, se emborrachaban, invadían regiones, se emborrachaban, asolaban pueblos y se emborrachaban. Eran temibles, y pronto se hicieron conocidos como "la barra de Valis Haas".
Cuando llegaron a esta zona, construyeron sus castillos a la orilla de una laguna, a la que llegaron por un arroyo serpenteante, la llamaron Helaa Yre, que en noruego quiere decir "laguna a la que se llega por un arroyo serpenteante", y allí vivieron durante años.
Mucho tiempo después, en épocas de Irineo el Blanco, se comprobó que los castillos se habían construido sin permiso, por lo que se mandaron demoler... y para evitar nuevos asentamientos irregulares, en las márgenes de la laguna de los castillos, como se la conocía en ese entonces, se plantaron ombúes, que es una hierba con cuyas hojas los vikingos hacen un té muy digestivo (seguramente nadie ha oído hablar de un vikingo estreñido). Desde esa época, se sabe que no se deben construir castillos en Helaa Yre.
La tataranieta de Leopoldo el Gris, Leopoldina la Rosada, decidió instalarse entonces más cerca de la costa, en una bifurcación de caminos, donde se dedicó a hacer artesanías mientras esperaba con ansias la llegada de otros compatriotas. Su hijo, Polonio, todos los días caminaba varios kilómetros a través de las dunas, hasta una punta rocosa desde la que oteaba el horizonte en busca de algún navío, lo que continuó haciendo aún después de ingresar a la armada; cuando se retiró, con el grado de cabo, se instaló en una torre con una linterna y allí vivió durante años, solitario, sin contacto con la gente del pueblo, salvo por las esporádicas visitas de un francés que allí se había instalado.
Sin embargo, en lugar de compatriotas por mar, con el paso del tiempo fueron llegando por tierra, sobretodo en el verano austral, hordas de extranjeros que, al hablar una lengua extraña, modificaron los nombres de los distintos lugares adaptándolos a su idioma y homenajeando a quienes sentaron las bases del pueblo tal como se lo conoce actualmente. Éstos, compraban artesanías en la bifurcación de caminos en que solía estar Leopoldina Rosa, atravesaban las dunas hasta llegar a las tierras del Cabo Polonio, visitaban la Laguna de Castillos y el Monte de Ombúes, y se emborrachaban como antes lo hacía la "Barra de Valizas", costumbres todas que perduran hasta nuestros días.

1 comentario:

Daniel dijo...

Por fin El Pis en la red. Ahora si no nos para "nadies"